Dos Tipos de
Liderazgo Político
En el liderazgo político, los líderes transformacionales se destacan y sus
gobiernos causan un mayor impacto histórico, al enfocarse en la implementación
y desarrollo de cambios institucionales; en tanto introducen medidas políticas
y económicas para favorecer y empoderar
a sectores sociales más amplios.
Los líderes transformacionales respetan las normas y el estado de derecho.
No se consideran por encima de las leyes.
También mantienen un alto nivel de acountability
y generan grandes expectativas entre sus allegados y ministros. No toleran la corrupción administrativa y actúan rápidamente, con
valentía y coraje, cuando hay indicios de corrupción. Abren el proceso político y económico
haciendo que todo el mundo obedezca las reglas del juego. Ello facilita el empoderamiento de los
ciudadanos. Por ejemplo, promulgan leyes
de patentes que faciliten la entrada de todos los sectores sociales en las
actividades económicas de la nación, y hacen que todos respeten las leyes de la
propiedad privada.
Además, defienden y
promueven el pluralismo político como también refuerzan la institucionalidad de
las instituciones estatales. Lula es un
modelo de líder transformacional, por representar y apoderar al segmento social
de la clase trabajadora brasileña. A
pesar de que algunos de los ministros que sirvieron durante su administración
gubernamental han sido implicados en actos de corrupción. Como sostiene la Doctora María Elena Martin,
“En rigor el gobierno de Lula
tuvo altísimos niveles de corrupción, que recién Dilma está bajando. Ella echó a
de siete a ocho ministros de la gestión anterior con fuertes sospechas de
corrupción.”
Aquellos líderes políticos que se orientan a mantener el statu-quo a través de la construcción de
obras de infraestructura y la compra-venta
de favores políticos, son líderes transaccionales. Como tales, a corto plazo tienen un impacto
inmediato, pero a largo plazo su impacto en la sociedad es de menor cuantía
política y económica. Ello se debe a que usualmente son líderes que no exhiben
rectitud ni integridad en sus acciones. Al
final, cuando se examina cuidadosamente cómo han administrado el estado, surgen
evidencias que indican el empeoramiento de las condiciones políticas y
económicas de sus pueblos. Por ejemplo, el indicador más concreto es la
amplitud de las diferencias de ingresos entre las elites del país y los demás
segmentos sociales. Otra variable que se puede estudiar son los déficits que
crean al recurrir a préstamos internacionales. En consecuencia, tanto la
educación como la salud son áreas que particularmente sufren las embestidas de
este tipo de líderes, que embrutecen y malogran a sus pueblos.
Finalmente, sus excesos políticos comprometen y corroen la integridad de
las instituciones, creando así una gran falta de confianza de parte de los
ciudadanos en las mismas. Para muestra basta con preguntar al ciudadano común
si tiene confianza y respeto al sistema judicial, y si los jueces van a
reconocer sus derechos legales de la misma manera que lo harían con miembros de
las elites. Este simple ejercicio
dejaría ver el grado de des-institucionalidad imperante. La anemia institucional que crean es un
elemento primordial en el estudio y comprensión del proceso de desarrollo de sus
naciones.
Por último, muchas
veces aparecen algunos líderes híbridos que combinan elementos
transformacionales con transaccionales.
Estos generalmente fracasan porque no tienen una posición definida. Terminan siendo ineficaces porque aíslan
tanto a las elites como al resto de la sociedad. Nada más hay que analizar los resultados y
consecuencias de sus gobiernos para medir los grados de su ineficiencia e
inefectividad administrativas.
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Nota: Gracias
a la Doctora María Elena Martin, politóloga en la Universidad del Salvador,
Argentina, por su observación sobre la administración de Lula y las
correcciones textuales. Como también
agradezco las sugerencias y correcciones editoriales de Roberto Benitez.
Hola, ya que me preguntaste, te comento.
ResponderEliminarNo comprendo lo que estás señalando. Me cuesta coincidir.
Entiendo que las transformaciones requieren enfrentar intereses, enquistados en instituciones. Nada de eso decís. Las instituciones del pasado (incluidas algunas leyes) son anclaje a la relación de fuerzas del pasado. No se trata de ponerse por arriba de esas leyes, sino de generar consensos para transformarlas.
La democracia tiene una contradicción inherente, y este escrito camina por esa contradicción: todos tenemos un voto, que vale un voto, pero los sectores con más poder, económico, mediático, armado, etc, tienen una capacidad de influencia superior.
UN gobierno intereesado en transformar las instituciones a favor de los sectores vulnerables deberá enfrenatr esos poderes, esas fuerzas sociales dominantes. ¿Cómo se domina? Con instituciones que congelan ese dominio. Sólo queda perforar esas instituciones, con voluntad y firmeza, aunque sin destruir, sólo transformando.
En este sentido los sectores populares no suelen tener la misma prensa que los demás sectores. Gobernar para ellos requiere poner el Estado a su servicio.
Tener buen corazón implica pensar primero en como visibilizar a los pobres para que el conflicto (ordenado, canalizado por el Estado, sin represión) sea motor del cambio.
La única forma de que haya pan mañana es terminando con el hambre hoy. No hay ejemplos en la historia, en que un ajuste traiga consecuencia de bienestar en el largo plazo.
http://yaesta.blogspot.com/2013/08/necesidades-basicas-insatisfechas-nbi.html